Que grande es la catarsis colectiva. Que grande cuando nuestro equipo marca un gol in extremis al gran rival para la consecución de un título. Que grande corear las canciones de nuestra estrella del rock entre la marabunta de un estadio. Que grande gritar no a la guerra junto a torpecientos miles de arcángeles de la paz y el amor. Que grande portear el santo en la romería. Que grande pegar tiros para una mara. Y que grande saltar a la calle en manada en defensa de la familia tradicional, en contra del aborto y de los matrimonios homosexuales. Porque la catarsis colectiva, tenga el carácter y el color que tenga (se entienda que no comparto algunas de esas catarsis), nos hace sentir uno entre pares: ese uno sin decimales de más ni de menos, entero, que sumado a uno, más uno, más uno, más otro, conforman ese tantos identitario que nos hace ser un alguien, que nos hace reconocibles ante los demás y ante el espejo, que viste de banderas concretas nuestro espíritu, vehicula nuestras pasiones y hace posible la integral sin hacernos imprescindibles ni responsables al cien por cien del resultado. Sentir quemar dentro de nosotros ese determinante de vida humana indivisible y necesario, sentir fluir
Lo siento, debo ser una rara avis, un bicho raro dicho en moderno, o quizás es que un dios me hizo nacer en época equivocada, pero sigo creyendo aquello de homo sum, humani nihil a me alienum puto, que en moderno vendría a traducirse por aquello otro de que todos somos iguales en nuestra humanidad y que cada uno de nosotros está integrado en potencia por todas las realidades humanas posibles, que ninguna condición humana nos es ajena, ni la de nuestro peor enemigo: incluso Aquiles, arrebatado por la ira y el dolor de haber perdido a su amado, respetó la humanidad de Héctor y permitió que fuera incinerado con todos los honores por los troyanos; incluso Sherlock Holmes amó a Moriarti. Hay mucho de arrogancia en el movimiento 15M, mucho de egolatría, de megalomanía casi, de expiación de los pecados a través del chivo. Ni un ápice de autocrítica. Es exactamente la misma actitud que rezuma la mal llamada clase política y exactamente la misma que la del burócrata de ventanilla del le falta tal papel, vuelva usted mañana, la misma que la del profesor maníaco frente a sus alumnos, la de una señorita rotenmeyer del vecindario y la de la beata de toda la vida.
Toda actitud tiene sus filósofos, en este caso Leo Strauss, aquel tan seguido por Bush, Aznar y su séquito, quienes encontraban en su amparo intelectual la excusa perfecta para hacer e imponer de la manera que creyeran conveniente sus verdades pese a la posible oposición de la mayoría o de una minoría independiente y acreditada con conocimiento de causa. Venía a decir el tal Strauss: si uno conoce aquello que le hará bien a la sociedad en su conjunto debe tratar de aplicarlo en pro de la sociedad, incluso en el supuesto de que esa sociedad en peso o su mayor parte no fuera capaz de entender que eso es lo mejor para ella. Hay mucho Leo Strauss en este 15M y muy poco Thoreau o Hakim Bey por más que se llenen la boca de ellos y desconozcan al primero.
En la plaza: asambleas, foros dedicados a cualquier cuestión actual de las que están ahora en boca de todos, o mejor dicho, en las televisiones de todos. Eso y muchos balones fuera en forma de rabia hacia los políticos, hacia los bancos, hacia los mercaderes, los patrones, los sindicatos, las iglesias y las empresas: hacia los todos ellos. Mientras, el todos nosotros se auto-atribuye los títulos de pueblo, de gente, de ciudadanos, de trabajadores o de clase desfavorecida según conveniencia del discurso en marcha. Poco importa que se trabaje en una sucursal bancaria, que se compre el pan en la misma panadería que el alcalde o que se trabaje de publicista, ellos son ellos, nosotros, nosotros. Eso es lo más peligroso y lo que me apena más de todo esto. Se les está diciendo a toda una serie de seres humanos que ellos no son pueblo, ni ciudadanos, ni gente, ni trabajadores, se les está diciendo que son diferentes a nosotros, que no participan de nuestra humanidad y que nosotros no participamos de la suya: se les está diciendo que son diferentes y por lo tanto, se está dando carta de naturaleza a los postulados de Leo Strauss y a sus seguidores neocons, neoprogres, bildelberguenses, global-lobbies o simplemente seres humanos con un poder de incidencia sobre la vida de los demás mayor que la de la media, llamadles como queráis. Por creer que nosotros, en su lugar, jamás habríamos hecho lo que hacen ellos, que nosotros, por “haber pasado lo que hemos pasado” entendemos cosas que ellos no entienden (aunque sean humildes los orígenes de un Mussolini o de un Gil y Gil), estamos asumiendo que nosotros, recíprocamente, tampoco tenemos facultades para entender su visión del mundo (aunque nos guste alinearnos con aristócratas como Nelson Mandela o Mahatma Gandhi) y les damos pie a creer que ellos sí son especiales, que su situación privilegiada dentro del entramado social les faculta para imponer su visión por encima de la de los demás, del mismo modo que trata de hacer el 15M. A la par, quitándonos de encima nuestra parte de responsabilidad, callando nuestras conciencias con el grito de la masa nos despojamos del derecho a gobernar nuestros destinos individuales de cara al futuro, a hablar con nombre propio desde nuestra persona y a subyugarnos a los ires y venires del colectivo que nos integra e integramos y que se define a través del contraste con los demás colectivos y el sistema de relaciones entre ellos. Precisamente, lo que ha sido hasta ahora la partitocracia. El conmigo o contra mí flota en el ambiente de una forma peligrosa.
¿Quién es pueblo y quién no? ¿Quién lo decide? Cuando se dice que son foros abiertos de representatividad popular, ¿quién se asegura de que eso sea así? ¿Quién convoca a los todos todos? ¿Quién garantiza que la voz de los que conocen a fondo un tema sobresalga por encima de los demagogos, la de los oportunistas con veleidades políticas y la de los populistas? Si se busca un cambio de paradigma, ¿por qué se hacen propuestas que no hacen más que apuntalar un ideal ya existente en el que se viene fundamentando el status quo presente? ¿Por qué se habla del pleno empleo cuando este es el sancta sanctorum del modelo de crecimiento económico? ¿Dónde están los nuevos sueños que hagan de estrella polar a ese nuevo modelo social? Porque existir, existen, pero no han salido a la luz entre tanto guirigay. La plaza, eso sí, está empapelada con los versos de las canciones del bueno de Paco Ibáñez...
Creo firmemente que cualquier reivindicación popular que no señale como objetivo la creación de una nueva constitución o una enmienda a fondo de la actual es una dispersión de energías que sólo puede conducir a frustración y desengaño. Si de lo que se trata es de honrar la democracia, de hacerla real, hace falta asumir que el objetivo de este movimiento no deber ser el de generar más pseudo-política, asumir que no saldrán de él los nuevos líderes de nada, que las asambleas celebradas no son representativas de la voluntad del pueblo. Si de verdad este movimiento quiere tener incidencia real debe ser capaz de dirigir a toda la sociedad en peso a crear un nuevo foro, constituyente de un nuevo pacto social a través de un modelo que asegure la representatividad real de todas las voces en él y a través del cual nadie a nivel individual se sienta excluido. Debemos sentarnos y pedir explicaciones a los banqueros, a los políticos, a los empresarios, a los sindicatos y a los especuladores, pero también a los mecánicos, a los administrativos, a los gestores, a los libreros de viejo, a los empleados de
Todo lo que no sea la voluntad de creación de un foro civilizado donde se recupere el diálogo social perdido en los parlamentos y en la guerra de medios de comunicación, sólo podrá ser interpretado como las ganas de jugar a hacer historia de un modo inmaduro y adolescente, eso es, a redundar en la historia, dilapidar el legado de la historia, tanto de las luchas sociales como de las tiranías, dilapidar las lecciones del blanco y las del negro, dilapidar el legado de los muertos. Dudo que haya freno más grande para el cambio. Si no se quiere caer en lo mismo, lo mejor será no repetir los errores y tratar de aprender de los aciertos. Para ello, es necesaria la autocrítica y el trabajo en colectivo de los individuos todos, no la creación de nuevas corporaciones identitarias y de nuevas banderas y menos todavía la imposición de los postulados que sean a través de la prepotencia y el chantaje emocional de una masa unida, que como ya hemos dicho, lo mismo puede celebrar el orgullo gay como defender a la familia “tradicional”. Ese tipo de sacudidas deberían relegarse de una vez por todas al pasado si lo que queremos es dar un paso hacia una forma de gobierno madura, integradora, funcional, dinámica y maleable con el paso del tiempo. Una estructura social orgánica y viva y no el fósil estructural que se está apuntalando ahora mismo con este lamentable movimiento. Eso, por más que la catarsis colectiva sea muy grande y llegue a sentar tan bien como una buena borrachera. Yo siempre preferí las que ofrece el rock y no las de la política.
7 comentarios:
Según dijo J.Saramago: "sistema democrático -entre comillas- tiene una bomba, y la bomba es el voto en blanco. Un cambio democrático puede nacer del uso conciente, muy conciente, del voto en blanco. Eso sería darle un susto, un susto tremendo al sistema electoral. A mi me gustaría que la ciudadanía le diera un susto muy fuerte a la clase política con el voto en blanco. Así se tenga el 80 por ciento de abstención, el sistema seguirá funcionando, pero qué ocurriría, ¿qué haría un gobierno si se encuentra con un 80 por ciento de votos en blanco?" Esa es la única manera legal de revolucionarlo todo, y de promover una revisión tanto de la ley electoral como del sistema constitucional.
Estoy de acuerdo en todo lo que dices en tu artículo. Por mi parte individualmente, sólo aporto mis opiniones, enlaces de informaciones y sobre todo insisto en que hay que mirar como los pájaros, con los ojos en ambos lados. Mis colores serán los del arcoiris, si algún día tiene cojones a salir, después del pedazo tormenta que se avecina.
cuidado, no estoy de acuerdo con todo lo que dice Saramago, pero en la parte en que teoriza sobre el voto, sí. Tal como decía, sigo mirando como los pájaros. Por cierto, fenomenal artículo, a ver cuando recogemos la cosecha, habrá que doblar la espalda, pero es mejor eso, que recibir en ella puñaladas
Marçal xato, dedicat a la poesía...
También eso es poesía, Oscar. Crítica se llama.
http://www.youtube.com/watch?v=zLliBcB_ueU
Casi dos meses después, releído este texto de urgencia y entendiendo que matizaría y explicaría mejor algunas cosas, sólo hay una palabra que quitaría: ese "lamentable" de casi el final. No lo quito por aquello de la honestidad y por aquellotro de que no me parece tan desacertado lo que auguraba. De todos modos, para los malpensados, decir que he participado y sigo participando de todo el embrollo activamente y digo lo que digo desde dentro, desde dentro de mi propia experiencia. Hoy por hoy son pocos en las asambleas... yo, sin creer en ellas, sigo asistiendo. Tengo la certeza que ni yo ni nadie tiene la verdad absoluta y la experiencia suficiente como para seguir creyendo en el ser humano y su capacidad para sorprender. Crítica es construcción, siempre. Decir lo que se piensa, una cuestión moral. Seguir pensando tras decirlo, un deber. Corregirse, una victoria.
Diez años después puedo decir: os lo dije. Quedamos exactamente los mismos que antes de todo este guirigay capitalista. Con 10 años perdidos de más, eso sí.
Salud y república.
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