martes, 17 de diciembre de 2013

Zenobia

La táctica era ruin y rastrera. No en balde fue Gengis Khan el primero en ponerla en práctica, el más sucio e innoble de los grandes estrategas: la falsa retirada. Común en tantas otras hasta lo abúlico y directamente proporcional a la vanidad humana; a mi edad había aprendido, por fin, a no correr detrás de falda alguna. Pero ella se fue sin más, se fue yéndose mirando atrás, se fue yéndose de verdad, dando por sentado el error inherente a toda renuncia. Porque no hubo pelea nunca, todo fue tan, tan, tan hasta entonces y que dos no se pelearán si uno no quiere fue su magistral argumentario. Y no queríamos no, ni ella ni yo. Ella se fue y la hubiera perseguido, a ella sí, puño en alto clamando desaire, pasión irrefrenable o victimismo; llanto, Werther o derecho ley. A ella sí perseguido... pero sabía el absurdo, que a mi edad había aprendido, por fin, que dos no se aman si uno no quiere. No era un Gengis Khan cualquiera, como tantas otras hasta lo abúlico. Era noble reina de Palmira, amante vera de sus amantes y su retirada, un auténtico acto de amor a sus gentes como sólo los nobles saben.