miércoles, 15 de agosto de 2012

Poema fatuo XXXVII

Tu habitación, hijo mío, era un campo de tiro repleto de casquillos de beso. Que nos cerraran el parque y nos pusiéramos a barrer tuvo su recompensa inesperada. Ahora sí, otra vez, fuego a discreción.

No hay comentarios: