Sabía que había un terrorismo intelectual que ni toda la CIA podía tumbar. Pero ahora, por aquellos azares felices de la vida, empiezo a conocer algo de la existencia del Pornoterrorismo. Un proyecto super interesante que lleva Diana J. Torres ella sola, pues como bien me puntualiza por mail, es algo, claramente, onanista.
Otra cosa es el Postporno (empiezo a parecerme al típico heaviata pesado con aquello del metal-hardcore-grunge-funck-trash...). Ando enfrascado en la amenísima lectura, por inteligente y descarnada, del libro de María Llopis El postporno era eso. Me viene que ni al guante, obsesionado como estoy ahora mismo con la identidad masculina, los lindes difusos entre masculinidad y feminidad en todo individuo (por más hetero que se sea hay una proporción única de ambos sexos en cada uno de nosotros que no atiende solamente a los genitales) y por la necesidad imperiosa no sólo de reinventar lo masculino sinó de salvarlo de las casillas de un sistema patriarcal en el que (sí, él también) se ha visto subyugado tanto en lo que refiere a su concepción identitaria como en su rol social, sexual y familiar.
Afortunadamente, el feminismo lleva andado un camino enorme y ha conseguido subvertir ciertos aspectos de esos roles de privilegio, libre albedrío y poder que se otorgaban solamente al hombre blanco heterosexual y con hijos. Pero una vez despojado de estos privilegios (que yo no siempre consideraría como tales) al hombre le queda el lastre de los deberes que esa misma situación le comportaba. La exigencia de hombría no se le perdona. Pero no me quiero enrollar demasiado con eso ahora, más adelante escribiré largo y tendido del tema. De momento, quien quiera saber a qué me refiero con esa 'exigencia social de hombría' que lea el ensayo de D.D. Gilmore, Hacerse hombre. Concepciones culturales de la masculinidad publicado en Paidós. Uno a veces no se da cuenta de cuán hondo puede llevar incrustada cierta mierda cultural hasta que no te lo cuenta un antropólogo. Recomiendo especialmente el capítulo referido al hombre de la cuenca mediterránea.
Yo, por lo pronto, este viernes o este sábado me voy a acercar al Teatro Utopía (Pujades, 280) a las nueve de la noche para ver qué caray se cuece y si soy capaz de aprender algo. O mejor dicho, de desaprender algo de mí.
Otra cosa es el Postporno (empiezo a parecerme al típico heaviata pesado con aquello del metal-hardcore-grunge-funck-trash...). Ando enfrascado en la amenísima lectura, por inteligente y descarnada, del libro de María Llopis El postporno era eso. Me viene que ni al guante, obsesionado como estoy ahora mismo con la identidad masculina, los lindes difusos entre masculinidad y feminidad en todo individuo (por más hetero que se sea hay una proporción única de ambos sexos en cada uno de nosotros que no atiende solamente a los genitales) y por la necesidad imperiosa no sólo de reinventar lo masculino sinó de salvarlo de las casillas de un sistema patriarcal en el que (sí, él también) se ha visto subyugado tanto en lo que refiere a su concepción identitaria como en su rol social, sexual y familiar.
Afortunadamente, el feminismo lleva andado un camino enorme y ha conseguido subvertir ciertos aspectos de esos roles de privilegio, libre albedrío y poder que se otorgaban solamente al hombre blanco heterosexual y con hijos. Pero una vez despojado de estos privilegios (que yo no siempre consideraría como tales) al hombre le queda el lastre de los deberes que esa misma situación le comportaba. La exigencia de hombría no se le perdona. Pero no me quiero enrollar demasiado con eso ahora, más adelante escribiré largo y tendido del tema. De momento, quien quiera saber a qué me refiero con esa 'exigencia social de hombría' que lea el ensayo de D.D. Gilmore, Hacerse hombre. Concepciones culturales de la masculinidad publicado en Paidós. Uno a veces no se da cuenta de cuán hondo puede llevar incrustada cierta mierda cultural hasta que no te lo cuenta un antropólogo. Recomiendo especialmente el capítulo referido al hombre de la cuenca mediterránea.
Yo, por lo pronto, este viernes o este sábado me voy a acercar al Teatro Utopía (Pujades, 280) a las nueve de la noche para ver qué caray se cuece y si soy capaz de aprender algo. O mejor dicho, de desaprender algo de mí.
2 comentarios:
Es una pura cuestión hormonal. En el fondo somos esclavos de nuestra química interna.
Hace poco vi un documental sobre el efecto de la paternidad en los hombres. Por lo visto los hombres después de ser padres tienen un fuerte descenso de la testosterona.
Algo inteligente, pues deben cuidar de la familia siendo menos agresivos. Lo curioso es que le ocurra al hombre de una forma psicosomática (por llamarlo de alguna manera).
Si esto es verdad, da mucho que pensar. ¿Hasta que punto somos responsables de nuestra personalidad?
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