jueves, 24 de mayo de 2012

Poema fatuo XXIX

La envidia del político hacia el poeta es inconmensurable. Envidia la lengua, la incidencia, la idea, el ritmo y el gesto. Nunca entendió que el poeta consigue como resto lo que él busca por resultado; como escoria lo que él por soldadura; como escombros lo que él por templo; como artefacto lo que él por verdades. De ahí la aparente libertad pobre del poeta y la cruda saña fanática del político.

1 comentario:

Manuel Marcos dijo...

Porque el fuego fatuo en el que arde el poeta es la iglesia de la libertad y en ese sagrado lugar el político no entiende nada, sólo atisba peligro de muerte. Y no se equivoca.
Cordiales saludos.
Manuel