Lo terrible de las despedidas, lo que las hace tan tremendamente difíciles, es que el último adiós no tiene ninguna grandeza ni magia especial. Es exactamente igual que todos los demás. ¿Hay algo más monstruoso que esa mediocridad? Igual que hay punto seguido y punto final, debería haber adiós seguido y adiós final, pero para eso las palabras deberían ser sagradas de nuevo y los hombres sabernos hombres y no dioses.
viernes, 7 de junio de 2013
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