Himnos Homéricos, 'Himno II, 470 a 485. A Deméter'. (fragmento)
Chejov, A.; En el camino real (fragmento)
MERIK. -(Extendiendo su vestimenta sobre el banco.) ¡Cuando me llamas así, es porque no has visto nunca al diablo! ¡Los diablos no son como yo! (Se echa, y coloca a su lado el hacha.) ¡A descansar..., a descansar, hachita..., hermanita mía!... ¡Ven que te arrope bien!... ¡La robé y la llevo siempre conmigo!... ¡Me da lástima tirarla y no sé dónde meterla! ¡Es como una mujer que te hastía!... Sí... (Arropándose.) ¡Los diablos, hermano, no son como yo!
FEDIA. -(Sacando la cabeza de debajo de la «sermiaga».) Pues ¿cómo son, entonces?
MERIK. -¡Son... como el vapor..., como un vaho!... ¿Ves lo que es este soplo?... (Sopla.) Pues así son ellos. Es imposible verlos.
UNA VOZ DESDE UN RINCÓN. -¡Será que habrá que agacharse a mirar por debajo del arado!
MERIK. -Yo ya me he agachado, pero no los he visto. ¡Mentiras de las mujeres y de los tontos de los «mujiks»! ¡Ni al diablo ni al «Leschii» ni al muerto los ves! ¡No tienes hechos los ojos para verlo todo! ¡De chico me iba yo aposta al bosque, por la noche, para ver a «Leschii»! ¡Le llamaba a gritos con todas mis fuerzas! Me quedaba muy fijo delante de mí, sin pestañear, y «Leschii»..., ¡que si quieres! También solía ir al cementerio por las noches para ver a los muertos..., y nada. ¡Mentiras de las mujeres!... ¡He visto toda clase de bichos, pero de esas cosas de miedo..., ninguna! ¡No tienes hechos los ojos para verlas!...
UNA VOZ DESDE UN RINCÓN. -¡No digas eso! ¡También a veces se ven! ¡En nuestra aldea, un día, va un «mujik» y mata a un cerdo..., le abre la tripa y, de repente, salta algo de dentro!
SAVVA. -(Incorporándose.) ¡Hijitos!... ¡No hay que acordarse del maligno! ¡Es un pecado, queridos!
MERIK. -¡Ah..., barba canosa! ¡Esqueleto!... (Riendo.) ¡No es menester ir al cementerio para ver muertos! ¡Aquí mismo los tenemos saliendo del suelo para echarnos un sermón!... ¡Pecado!... ¡Sois unos ignorantes! ¡A mi padre, que también era «mujik», le gustaba igual sermonear!... (Enciende la pipa.) Una noche que había robado al cura un saco de manzanas, nos las trajo y dijo: «Oídlo bien, muchachos... ¡Hasta que pase la fiesta de la Asunción, es pecado comer Fruta»... ¡Pues lo mismo son ustedes!... ¡Es un pecado acordarse del diablo; pero hacer cosas endiabladas, no! ¿Eh?... ¡Tomemos por ejemplo a esta vieja arpía! (Señala a EFIMOVNA.) ¡Dice que ve en mi al maligno, y a saber si ella, en su vida, y por tonterías de mujeres, más de cinco veces le habría entregado el alma!...
Blake, W.; Matrimonio del cielo y del infierno. 'Una fantasía memorable' (fragmento)
Pero ahora, de entre las arañas negras y blancas una nube y un fuego explotaron y se extendieron por las profundidades ennegreciéndo todo, de tal forma que la profundidad se volvió negra como un mar y se agitó con un terrible sonido: ahora no había bajo nosotros nada que ver excepto una negra tempestad, hasta que al ver hacia el este entre las nubes y las olas, vimos una catarata de sangre mezclada con fuego y no demasiadas piedras lanzadas por nosotros aparecieron y volvieron a sumergirla la escamosa curvatura de una monstruosa serpiente. Al fin hacia el este, distante unos tres grados apareció una fogosa cresta sobre las olas que lentamente emergió como una cordillera de doradas rocas hasta que descubrimos dos globos de fuego carmesí. de los cuales el mar se alejaba en nubes de humo, y entonces vimos, que era la cabeza de Leviatán. su frente estaba cruzada por rayas verdes y púrpuras como aquellas en la frente de los tigres: pronto vimos su boca y sus branquias rojas colgar justo sobre la enrabiada espuma tiñendo la negra profundidad con rayos de sangre, avanzando hacia nosotros con toda la furia de una existencia espiritual.
Mi amigo el Ángel escaló desde su ubicación hasta el molino; yo me quedé solo, y entonces esta aparición cesó, pero me encontré a mí mismo sentado en un banco a la orilla del río bañado por la luz de la luna escuchando a un arpista que cantaba con su arpa. y el tema era, El Hombre que nunca cambia su opinión es como el agua estancada, y engendra reptiles de la mente.
Borges, J.L.; 'Del infierno y del cielo' (fragmento)
En el cristal de un sueño he vislumbrado
el Cielo y el Infierno prometidos:
cuando el juicio retumbe en las trompetas
últimas y el planeta milenario
sea obliterado y bruscamente cesen
¡oh Tiempo! tus efímeras pirámides,
los colores y líneas del pasado
definirán en la tiniebla un rostro
durmiente, inmóvil, fiel, inalterable
(tal vez el de la amada, quizá el tuyo)
y la contemplación de ese inmediato
rostro incesante, intacto, incorruptible,
será para los réprobos, Infierno;
para los elegidos, Paraíso.
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