Oigo a menudo este sueño. Está en boca de muchos. Petar el sistema desde dentro. Eso es, convertirse en agente doble de Moloch. Entrar en el honro, dejarse engullir y una vez dentro, con galones ganados, sin haber sucumbido a su poder y manteniendo en el corazón una suerte de chispa incorruptible, destruirlo. ¡Cuánta arrogancia! ¡Cuánta candidez! ¡Cómo subestiman las fuerzas del mundo quienes dicen esto! ¡Cuánta fantasía desbocada y sin juicio! ¡Cuántos Quijotes andantes por el mundo!
Orwell, en su novela tan genial como incomprendida y parloteada (a mi entender), 1984, ya sitúa a su personaje en esa disyuntiva. Hay que recordar que, al final, él también acaba amando al Gran Hermano.
Orwell, en su novela tan genial como incomprendida y parloteada (a mi entender), 1984, ya sitúa a su personaje en esa disyuntiva. Hay que recordar que, al final, él también acaba amando al Gran Hermano.
2 comentarios:
Ey ¿no había dos finales de 1984? Creo entender que otro en que al final él muere o lo matan, en vez de quedarse haciendo el ajedrez (donde siempre ganas las blancas) y no saluda a su compañera.
Quizá sea un mito, porque a la vez que escribo esto estoy mirando aquí y allá y Don Gúguel no sabe nada. No sé de donde lo habré sacado, pero aquí lo suelto por si usted, ya que saca el tema, sabe algo al respecto.
Pues la verdad, no tenía noticia de ello. Cuando yo la leí acababa donde acababa y ya. No había finales alternativos ni apéndices... pero vaya usté a sabé.
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