martes, 13 de abril de 2010

Reflexiones sobre el eBook (III)


Un antiguo compañero del instituto (cosas del facebook) ha linkeado un pequeño artículo acerca de sus impresiones en una conferencia dada por el tipógrafo Ricardo Rousselot (que cuenta en su haber con trabajos tan buenos como los diseños de Smoking, Casa Tarradellas o Marcilla). Cuenta Raul (el amigote) que este hacedor de letras dijo que no era lo mismo trabajar sobre papel que sobre pantalla, que una lágrima podía caer sobre un hoja que contuviera un poema pero jamás encima de un monitor. Sensiblerías a un lado, lo cierto es que la experiencia lectora cambia ostensiblemente de un formato a otro y esto, inevitablemente, modulará géneros, condicionará hábitos de lectura, dará paso a nuevos espacios de creación y terminará con otros. En este post quiero fijarme en estos últimos, en lo que desaparece (ya haremos otro con lo que se gana, que es muchísimo), con los mínimos juicios de valor de que sea capaz, sólo parando mientes en hechos objetivos.

Lo primero que salta a la vista es que el formato del libro queda restringido al del lector digital de eBooks, que corresponde más o menos al 8º mayor o al 4º menor del libro clásico. Se acabaron el resto de formatos derivados del número de pliegues que se hacía a los folios de impresión: 8º (los de Austral), 16º (los de la colección Pulga, que en realidad son un poco más pequeños todavía) y los exquisitos en 32º (escasísimos y fetiche de coleccionistas especializados). Se acabaron también los 4º mayores (las primeras ediciónes de best-seller en tapa dura), los folios (libros de arte) y los grandes folios (usalmente reservados para ediciones de lujo o de eventos especiales).

Con ello, también se pierde toda la tradición del arte de la encuadernación. Rústicas, cartonés, telas, pieles y guaflex, las holandesas, las camisas, los dorados en el lomo, los estampados, los nacrados, las medallas incrustadas, las sobrecubiertas, el papel de hilo, el de trapo, el pergamino...

Nos deja también el arte en cubierta, un terreno abonado hasta ahora para ilustradores especializados, pintores de renombre y diseñadores con mejor o peor gusto. Todavía se emula al formato del libro en papel en su representación digital para la venta, pero pronto el diseño se abrirá a todos los nuevos formatos que le ofrezca la pantalla sin constreñirse a la imagen ficticia de un libro que quizás ni exista en formato tradicional: cubiertas de distinto formato al resto del libro, fichas técnicas haciendo las veces de cubiertas, baners como única imagen objetual del libro, obras que sólo tengan una icona clickable como cubierta digital... Eso ya formará parte más del terreno publicitario que del bibliográfico. Directamente relacionado con este aspecto, también las ilustraciones en lámina fuera de texto desaparecerán como las conocemos: ya no tendremos que vigilarlas por el rabillo del ojo mientras leemos la página contigua que las comenta. Probablemente se tenderá a la ilustración ofrecida a través de un vínculo en el mismo texto o intercalada en él sin cuidar demasiado la maquetación de la página entendiéndola como una unidad, lo cual posiblemente sea mucho más cómodo.

La noción de paginado también es algo que morirá en breve, estoy seguro. Por lo menos su homogeneidad en tamaño y extensión dentro de un mismo libro. Páginas con muy poco texto podrán verse de un pantallazo y otras jugarán, quizás literariamente, con el efecto del scroll que las irá haciendo aparecer en el monitor de lectura. La numeración de las páginas, por la misma regla de tres, no tendrá porqué emular la versión analógica del libro. Los índices no tendrán porqué dar referencia de las páginas, pues cada entrada de los mísmos será un vínculo que nos llevará directamente al lugar referido de la obra sin necesidad de páginas numeradas.

Por útlimo, dos cosas que parecerán más tontas pero que para mí no lo son para nada. Una que me entristece especialmente y otra que me alegra muchísimo. La primera: se pierden los pop-ups, algo que, a la espera del eBook en 3D, difícilmente podrá imitarse (por más que inventemos otras propuestas tan o más espectaculares). La segunda: se acabaron los ácaros, para un alérgico como yo es un sueño hecho realidad.

Todos estos detalles no lo son tanto y afectarán directamente a nuestra concepción de la creación y la recepción literarias. De algún modo, el eBook nos devuelve un poco al antiguo formato en rollo, previo al formato libro en páginas cortadas y encuadernadas. Este cambio, del rollo al papel, tuvo su razón de ser en una mayor comodidad de acceso a los textos concretos que querían usarse en una situación dada, tanto en la predicación apostólica cristiana, como en la consulta de las leyes. Supuso un adelanto técnico de gran importancia en su momento y tanto el escritor como el lector (aunque fuera cosa de pocos) vieron alterados sus usos y costumbres, lo que influyó en los géneros y el tipo de difusión de la literatura. Con el eBook pasará algo similar, pero todavía es pronto para ver qué inventamos y qué vueltas le damos entre todos al nuevo formato para sacarle el máximo partido posible.

2 comentarios:

Iñaki Rubio dijo...

Una completa investigación minuciosa,ejemplificante.
Un saludo.

Marçal Font dijo...

Muchísimas gracias, milord.