lunes, 22 de marzo de 2010

Aído devorando a sus hijos

Tengo 30 años (me faltan dos meses). Hijo de progres trabajadores, en mi casa fue mi padre quien me enseñó a planchar la ropa, a poner lavadoras y a soldar tuberías. Luego, esto último, también se lo enseñaría a quien es a día de hoy mi pareja. Mi padre, junto a mi madre, claro está, fue y sigue siendo un pionero del feminismo viril. Él, como yo ahora, no ayuda en casa, él cumple con su parte de las tareas comunes desde la corresponsabilidad.

Como no podía ser de otra manera, fui a un colegio público con aulas mixtas donde me enseñarían, entre otras cosas, no el respeto o la tolerancia, sinó el amor a la diferencia, sólo desde ahí podía tejerse la igualdad del grupo y desde ahí la tejimos. Nunca una compañera fue menos en el plano intelectual o deportivo, jamás de los jamases ninguno de nosotros toleró discriminación alguna a cualquiera por razones de sexo, religión, doctrina política o capacidades individuales. Ese sentimiento de hermandad e igualdad nos ha acompañado a la mayoría de nosotros hasta nuestros días.

Cuando tuve a mi hijo, hace ya dos años y medio, viví en primera persona todo el embarzo de mi pareja. Ella ponía su parte y yo debía poner la mía, diferente, para igualar las cosas en los planos laboral, doméstico y vital. Ella llevaba consigo un peso más y yo debía contrarrestar esa situación haciéndome cargo de otros que en otras circunstancias le tocarían a ella: equilibrar la balanza. Por supuesto, fue ella quien parió y esto no lo iguala nada. Ella fue quien vivió algo que yo, por suerte o por desgracia, difícilmente aprehenderé jamás. Pero puedo decir que también yo estuve 28 horas de parto, mi parto, diferente, muchísimo más liviano que el de ella, pero un parto de 28 horas al fin y al cabo al pie del cañón. Un general y un soldado no viven la misma guerra pero ambos la conforman. Más tarde, con pocos meses de vida y mientras su madre viajaba aquí y allá para seguir con su trabajo de investigadora, me encargué de amamantar con su leche, previamente congelada, a nuestro hijo. ¡Cuánto deseé poder darle el pecho directamente entonces! Pero eso, como el parto, tampoco hay nada que logre igualarlo. Mi mayor éxito en la vida a día de hoy es ver que para mi vástago madre sólo hay una, y padre también. Por la noche, cuando tiene miedo, nos llama indistintamente al uno o al otro.

Pues bien, pese a practicar la igualdad en la diferencia durante toda mi vida desde la víscera y los cimientos de aquello que soy, resulta que a día de hoy todavía me toca pagar el precio de no sé qué compensaciones. La señora Aído, Mr. Zapataca y toda su cohorte, han decidido que a las mujeres les corresponden ventajas de todo tipo por el mero hecho de serlo. Conciben la sociedad actual como la continuación de infiernos de desigualdad anacrónicos o pertenecientes a generaciones anteriores. No digo que toda la mía sea un dechado de perfección (que sigue habiendo mucho machista cabrón), pero sí digo que aquellos que ya cumplimos con nuestra parte hoy día, no tenemos porqué pagar los desequilibrios de nuestros abuelos (fomentados por el régimen franquista con sus políticas, exactamente lo mismo que hoy hace el Ministerio de Igualdad).

¿Por qué una mujer en paro puede pedir una ayuda para creación de negocio de 5000€ y un hombre, al que llaman parado en general (quién más nos queda) sólo puede pedir 4000€?
¿Por qué existen becas a la creación, a la investigación, al desarrollo, a la formación de empresa, a la contratación, al deporte y a la promoción sólo destinadas a mujeres sin que existan siquiera sus equivalentes para el individuo en general?
¿Por qué una mujer discapacitada recibe 9000€ en subvenciones por montar una empesa y un hombre discapacitado sólo 8000€?
¿Por qué una mujer que quiere hacerse autónoma puede capitalizar hasta el 80% de su paro hasta los 35 años y un hombre sólo hasta los 30?
¿Por qué una mujer que concilia maternidad y vida laboral cuenta con una ayuda de madre trabajadora y un hombre no si ya se reparten ellos los esfuerzos, que es el objetivo?
¿Por qué los casos de separación y adjudicación de la custodia y patrimonio familiar son tan delirantes?
¿Por qué en ese Ministerio de Igualdad, según la misma Aído, el 75% de los trabajadores son mujeres mientras en los demás se aplica la ley de paridad?
¿Por qué... (¿Sigo?)

Porque la señora Aído, Mr. Zapataca y toda su cohorte son el último bastión que le queda al machismo más recalcitrante y desde donde se lanzan las soflamas del hembrismo más fanático. Son gente de mirada sucia que sigue pensando que vive en un orden social de hace cincuenta años y a partir de ese esquema siguen actuando, a ellos les viene que ni pintado que perviva todo ese mundo, del mismo modo que Superman siempre necesitará del malo maloso para tener razón de ser y a ZP ya le iba bien la tensión depravada y casi criminal del PP durante las elecciones.

No me digáis que es una cuestión de compensación histórica. No me digáis que practico el posmachismo. Y no me digáis que todavía quedan muchas desigualdades por resolver (que seguro que sí). Nada de todo eso justifica tamaño agravio a la igualdad entre los individuos que estos políticos de mente estrecha han institucionalizado (eso es lo más grave), con sus leyes, decretos, ayudas y ministerios. El feminismo tiene una organización muy sólida fruto de años de lucha, mi mayor sorpresa en todo este asunto es que no haya usado ya su poder de convocatoria y de acción para ir ante el Ministerio de Igualdad masivamente y exigir que ese Saturno llamado Aído no se lo coma a bocados y eche por los suelos sus grandes logros. Hasta que no haya una manifestación mixta pero con mayoría de mujeres pidiendo igualdad, no se hará igualdad. El hembrismo es tan nocivo como lo es el machismo. Es el momento de que el virilismo emerja como una corriente más del feminismo para darle el último arreón. Eso nos atañe a todos.

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