Estoy muy contento. Últimamente en Barcelona parece que se desperezan las cosas. En dos o tres años escasos, pese a los obstáculos de ordenanzas descabelladas y plutocracias semimafiosas, se han reemprendido multitud de saraos y espacios donde poder hacer y deshacer creativamente. Digo se reemprenden, porque es algo que siempre ha existido aquí desde el tiempo de los Quatre Gats (como poco) con una solución de continuidad más que respetable pese a los naturales bajones y subidones. A mi entender, los últimos años eran un poco más de lo mismo en Barcelona: inercia, mucha apariencia y poca chicha. Ahora intuyo que algo que todavía no sabemos qué es, quizás una nueva constelación estética, quizás sólo una nueva forma social de interactuar con el arte, está empezando a latir y viene a reivindicarse. Barcelona empieza a coger hervor de nuevo, y ya sabemos que cuando esta ciudad hace chup chup el tiempo suficiente acaba por producir cocidos gustosos y nutritivos.
Por lo pronto, los micros abiertos proliferan. De todo tipo. Abiertos a cualquier disciplina: los que organiza nunArt, los del colectivo microsabiertos vinculados a niubcn, los de Kabaret Obert, las cositas de La Makabra, los de expresArte y unos cuantos más por ahí que olvido, que paso de citar o que desconozco (que serán los más). También restingidos a la poesía: el interesante proyecto Poetry Slam BCN, los que organizan los miembros de la Xarxa PUBcn o los de Quebrantaversos (que coorganiza el menda). Cito micros abiertos, no espacios que ofrecen programación regular de poesía i micro abierto desde hace años, como el Heliogàbal o l'Horiginal, o festivales y actuaciones puntuales a lo largo del año.
Toda esa cantidad de micros abiertos y espacios de creación, sin embargo, me genera una inquietud. Está muy bien que la gente pruebe, que se foguee ante el público, que se descubra y coja impulso para crecerse en lo suyo o para pasarlo bien solamente. Pero también, los micros abiertos, deberían servir para delatar al farsante, para sancionar el fraude y para dejar en evidencia lo no ensayado o el intrusismo en cualquier disciplina artísitica. Está muy bien que todos y cada uno de nosotros tratemos de hacer algo creativo, eso nos mejora. Pero siempre desde el respeto a la disciplina en la que uno se sumerge, a sus predecesores más válidos, a los contemporáneos que más han trabajado en ello, a uno mismo y, sobre todo, sobre todo, al público, que no tiene un pelo de tonto aunque a veces lo parezca.
Y lo parece porque el público en estos micros abiertos lo aplaude todo. Absolutamente todo, en plan plató televisivo. Es verdad que no siempre con la misma intensidad; la ovación queda reservada a lo que de verdad ha gustado y el aplauso a secas a todo lo demás; es la cota mínima. Quien ha saltado a la palestra y ha realizado una mala actuación agradece este favor. Pero yo pienso que en realidad es todo lo contrario y que el público, una vez estafado, lo que hace es estafar al supuesto artista a su vez, cayendo a su mismo nivel de bajeza. Lo jodido es que por regla general éste no sólo no se da por aludido de su mal show sinó que encima se crece por esos aplausos de postín y quiere repetir. La falta de crítica o de estímulo frente al obstáculo de un público exigente que no regala el aplauso le impide crecer. Yo no digo que haya que abuchear al personal y hacer leña del árbol caído; pero si el árbol ha muerto o era de cartón piedra, no hace falta alzarlo de nuevo y simular que no ha pasado nada. Entre el aplauso y el abucheo está el silencio; no la indiferencia (esa que implica charlar de otra cosa con el de al lado a la mínima que se acaba el tormento), pero sí el silencio, el murmullo, las caras de circunstancias (en el público siempre anónimas para el que está arriba) y si hay aplauso que sea como símbolo de un pasar página y no como recompensa envenenada.
Si el público se empezara a respetar a sí mismo y a modular los matices del aplauso y el abucheo, haría que el que participa de estos saraos, que para eso están y que celebro muchísimo, reaccionara, se preguntara, comentara con ganas al finalizar, buscara con sed el acto de amor que siempre es la crítica y creciera en lo suyo cara a próximas actuaciones. Siempre que de verdad lo suyo fuera arte y no hacer el pamplinas.
Por lo pronto, los micros abiertos proliferan. De todo tipo. Abiertos a cualquier disciplina: los que organiza nunArt, los del colectivo microsabiertos vinculados a niubcn, los de Kabaret Obert, las cositas de La Makabra, los de expresArte y unos cuantos más por ahí que olvido, que paso de citar o que desconozco (que serán los más). También restingidos a la poesía: el interesante proyecto Poetry Slam BCN, los que organizan los miembros de la Xarxa PUBcn o los de Quebrantaversos (que coorganiza el menda). Cito micros abiertos, no espacios que ofrecen programación regular de poesía i micro abierto desde hace años, como el Heliogàbal o l'Horiginal, o festivales y actuaciones puntuales a lo largo del año.
Toda esa cantidad de micros abiertos y espacios de creación, sin embargo, me genera una inquietud. Está muy bien que la gente pruebe, que se foguee ante el público, que se descubra y coja impulso para crecerse en lo suyo o para pasarlo bien solamente. Pero también, los micros abiertos, deberían servir para delatar al farsante, para sancionar el fraude y para dejar en evidencia lo no ensayado o el intrusismo en cualquier disciplina artísitica. Está muy bien que todos y cada uno de nosotros tratemos de hacer algo creativo, eso nos mejora. Pero siempre desde el respeto a la disciplina en la que uno se sumerge, a sus predecesores más válidos, a los contemporáneos que más han trabajado en ello, a uno mismo y, sobre todo, sobre todo, al público, que no tiene un pelo de tonto aunque a veces lo parezca.
Y lo parece porque el público en estos micros abiertos lo aplaude todo. Absolutamente todo, en plan plató televisivo. Es verdad que no siempre con la misma intensidad; la ovación queda reservada a lo que de verdad ha gustado y el aplauso a secas a todo lo demás; es la cota mínima. Quien ha saltado a la palestra y ha realizado una mala actuación agradece este favor. Pero yo pienso que en realidad es todo lo contrario y que el público, una vez estafado, lo que hace es estafar al supuesto artista a su vez, cayendo a su mismo nivel de bajeza. Lo jodido es que por regla general éste no sólo no se da por aludido de su mal show sinó que encima se crece por esos aplausos de postín y quiere repetir. La falta de crítica o de estímulo frente al obstáculo de un público exigente que no regala el aplauso le impide crecer. Yo no digo que haya que abuchear al personal y hacer leña del árbol caído; pero si el árbol ha muerto o era de cartón piedra, no hace falta alzarlo de nuevo y simular que no ha pasado nada. Entre el aplauso y el abucheo está el silencio; no la indiferencia (esa que implica charlar de otra cosa con el de al lado a la mínima que se acaba el tormento), pero sí el silencio, el murmullo, las caras de circunstancias (en el público siempre anónimas para el que está arriba) y si hay aplauso que sea como símbolo de un pasar página y no como recompensa envenenada.
Si el público se empezara a respetar a sí mismo y a modular los matices del aplauso y el abucheo, haría que el que participa de estos saraos, que para eso están y que celebro muchísimo, reaccionara, se preguntara, comentara con ganas al finalizar, buscara con sed el acto de amor que siempre es la crítica y creciera en lo suyo cara a próximas actuaciones. Siempre que de verdad lo suyo fuera arte y no hacer el pamplinas.
3 comentarios:
Interesante visión, tema lo de los aplausos y también igual un poco complicado.
Por una parte estoy acuerdo que el artista necesita algún tipo de feedback para poder crecer. A la vez no estoy acuerdo que el público no respeta a su mismo cuando aplaude una actuación que de verdad no era tan bueno...
Todo depende al motivo, el por que.
Si uno aplaude porque está programado, entrenado por la sociedad y su cultura, aplaudir sin sentido , o si uno no solo aplaude por la calidad de la actuación pero también por el coraje de tomar el riesgo de exponer su mundo interior enfrente de desconocidos.
Los micros abiertos y escenarios abiertos están ahí para que un@ pueda aprender, crecer, ‘nacer’ en un ambiente acogedor que permite que se experimenta y se prueba cosas nuevas.
También creo que, más que buscar la solución en el aplauso su moderación y silencio, cada uno del público como individuo o por el menos algunos debería dar un feedback constructivo a los artistas , los organizadores también deberían dar ( igual no siempre, pero si de vez en cuando) feedback personalizados especialmente a los que ya hayan subido al escenario varias veces y ya no son vírgenes.
Un silencio ó un aplauso moderado es un feedback y un directo contacto con la realidad, pero igual un feedback mas detallado y constructivo sería más positivo. A la vez un artista tiene que ser autocrítico y si va a esos tipos de eventos tiene que fijarse que realmente funciona y que no. Uno lo puede ver directamente en las expresiones y gestos del público.
Sin embargo creo que debemos seguir aplaudiendo ( solo cuando lo sentimos claro de verdad) los vírgenes del escenario si no es por la calidad entonces por el valor, porque cada nacimiento necesita por el menos un pequeño empuje.
Un fuerte abrazo!!!
Maisa
(Igual hay que diseñar un sistema de feedback constructivo;)
Exacto, Maisa. Crear un sistema de feedback constructivo, como tú dices. Este es mí principal quebradero de cabeza cuando montamos micros abiertos. Estoy muy de acuerdo contigo en eso del respeto al virgen y también en la desnudez que ofrece el no tan virgen y que no debe jamás recibir escarnio. Pero cuando veo desfilar según qué farsante de tres al cuarto sin respeto a nada no dejo de pensar que algo hay que hacer. He pensado en varias opciones: repartir tomates al público (pero acabarían tirándolos siempre por el placer de tirarlos) o poner un buzón para sugerencias anónimas a los artístas durante el evento (pero eso es bastante complicado de gestionar) o puntuaciones (pero eso lo haría demasiado competitivo para mi gusto) o... qué sé yo... le sigo dando vueltas.
Besotes!
El problema es que hoy en día está prohibido ABUCHEAR. Yo soy un gran defensor del abucheo, pero reconozco que se pueden tener muchos problemas al intentar defenderlo.
Aceptemos que abuchear está prohibido, bien. Entonces, déjenme por lo menos, que decida si quiero o no aplaudir algo. ¡Me niego a aplaudir lo que no me gusta! El silencio, la pasividad, es el abucheo de nuestros días. Utilizémoslo.
PD: En realidad todos somos maravillosos y lo que tenemos que hacer es darnos masajes unos a otros.
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